La marcha del silencio

El silencio es un argumento polisémico, se interpreta de manera distinta ante circunstancias, modos, personas, tiempos, lugares. Cada exégesis de signos fonéticos y escritos queda condicionada por los constituyentes lingüísticos, de la misma manera que extralingüísticos. De esta manera funciona la relojería de la interpretación, las inferencias del proceso comunicativo quedan reguladas por principios fundamentales, pragmáticos, cognitivos, dinámicos…, como constantes, para muchos casos, paradigmas.

Principios esenciales en el silencio señalados en las partichelas de la conversación, ese mutismo hace posible su interpretación. La cartografía del silencio tiene varios polígonos, la interpretación del silencio en la interacción, el acto de habla no verbal, las implicaciones dinámicas y frágiles… Entender e interpretar, en su mérito, se erige de manera multifuncional y tiene efectos en otros signos verbales y no verbales. El silencio cambia de significado dependiendo de los polígonos cartográficos en que transite.

Cómo interpretar el silencio que se apresta como acción en determinadas situaciones comunicacionales. Su paráfrasis es una actividad intelectual, se debe a una serie de procesos mentales. La información entre interlocutores válidos es básica para las inferencias que el diálogo produzca. El silencio es emprendedor, es una suerte de nomograma, varía sus significados en el proceso comunicativo. Todo significado del silencio se afecta de otros signos comunicativos que le precedan y acompañen en los significados compartidos. Silencio histriónico, silencio discursivo o ambos, ejercen funciones pragmáticas en la conversación y el sentido de la metáfora empleada.

1968. En la ciudad de México, el día 13 del mes de septiembre, el silencio no caminó las calles; como la tilma del Tepeyac abrazo a los mexicanos. El movimiento estudiantil acordó no hacer marchas ese mes para no atravesarse a los Juegos Olímpicos. A pesar de ello el informe presidencial de Díaz Ordaz sentenció, “hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”. Se adjudica que con fundamento en el artículo 89 fracción VI de la Constitución Política de los Estados Unidos mexicanos determina la injerencia del Ejército Mexicano, que desde ese mega error presidencial ha cargado con la más cara e innecesaria culpa, ya que esa decisión fue inconstitucional, porque para que el artículo 89 aplique es menester que se den las condiciones que señala el artículo 29, es decir, excepcional y en contra de la población civil, “perturbación de la paz pública”. Más todavía, señala que para suspender garantías individuales, la facultad es del congreso, quien debe aprobar la suspensión. Empero, al boato de aplausos y salmarías se impuso el silencio.

Los jóvenes del 68 hicieron valer su talento mismo que superó al sistema. Los zapatos marcharon y gritaron en clave de silencio lo que el pueblo debía escuchar. El silencio de la gaya estudiantil canceló los apóstrofes, puso espadrapo a la retórica, condujo la demagógica a los laberintos de la anorexia intelectual. Los estudiantes en “concretito” soltaron la paloma de la paz, signo ilocucionario de la olimpiada, una marcha silente para comunicar el significado del sinsentido de lo significativo y lo significativo del sinsentido. El presidente, el PRI, la Federal de Seguridad (incubadora de los jefes de carteles del narcotráfico), intentaron escribir en la prensa, los noticieros, el corporativismo…, una realidad inventada, con palabras agotadas que culpaban a los jóvenes, sin embargo, el silencio los dejó sin arte alguno. El silencio de la marcha quedo escrito en la historia, no de manera sugerida, no entre líneas, sino con letras dialógicas de la democracia y la dignidad política. Un silencio tácito que no dijo diciendo, pero tampoco dijo no diciendo, el silencio se hizo importante porque reguló aproximaciones y distanciamientos.

Los estudiantes y el pueblo unido mantuvieron el más estricto orden y organización. La utopía: “Libertad a la verdad ¡diálogo!”, “El pueblo nos sostiene, por el pueblo es que luchamos”; “Luchamos por los derechos del pueblo mexicano”… El volante del Consejo Nacional de Huelga: “Pueblo mexicano: puedes ver que no somos unos vándalos ni unos rebeldes sin causa, como se nos ha tachado con extraordinaria frecuencia. Puedes darte cuenta de nuestro silencio, un silencio impresionante, un silencio conmovedor, un silencio que expresa nuestro sentimiento y a la vez nuestra indignación”.

La lección: política es libertad y capacidad de deliberar entre personas libres e iguales. Deliberar entre iguales significa asumir la pluralidad de discursos y no intentar subsumirlos en meta concepto unificador. Deliberar significa dialogar en el estricto sentido de la palabra. La política, como lo enseña Hannah Arendt, tiene que ver con la imposibilidad de eliminar el conflicto, la pluralidad y la alteridad, sin que esto signifique la imposibilidad de dialogar.

La marcha del silencio es rostro de la generación de la utopía.

Por: Ignacio Ruelas Olvera